EL CAPRICHO DE LA PANZA VACIA

Comienzo este relato situándome en el año 2019, en épocas de primavera. Esas épocas que vemos salir en las publicidades, que nos muestran a niñxs jugando divertidos, juntando flores y corriendo sin parar. La época del picnic en la plaza y los sombreros graciosos.
Yo llegaba al jardín como ya llevaba haciéndolo hace semanas, se trataba de un taller 4 en una sala de 4 años en el barrio de Saavedra, “Hoy faltó Luna, que suerte” fue lo primero que escuche al entrar a la sala. ¿Qué suerte? me pregunté por dentro, juzgando un poco aquellas palabras que se eligieron para referirse a la ausencia de Luna. “¿Qué le habrá pasado?” atiene a decir. “No sé, como están con ese tema…” llegaron a responderme.
Es que cabe aclarar, que Luna es una niña a la que se la ha etiquetado como “caprichosa, conflictiva, y peladora”. Sin embargo Luna también es una niña de 4 años que disfruta pintar, escuchar cuentos y poesías, y sobre todo disfruta que la traten con cariño.
A lo largo de los días fui conociendo en más profundidad la historia de Luna y aquello a lo que se refería la maestra cuando dijo “ese tema”, una niña sufriendo la separación de sus padres, una separación violenta que la dejó viviendo en una casa que no es la suya en compañía de su mamá quien permanecía ahogada en la tristeza que significa esta situación, de una familia pobre, de barrio humilde y panzas vacías.
La infancia de Luna no sale en esas publicidades, ella no se va de picnic con su familia ni junta flores. A Luna le duele la panza porque tiene hambre, se apura a desayunar en el jardín para comer todo lo que pueda y aguantar un poco más. La infancia de Luna es una más de aquellas a las que invisibilizamos, indudablemente no cabe en aquel mito que nos dice “la infancia es la mejor época de la vida”
A Luna le suena la panza, el jardín es el lugar que elige para expresar lo que siente. Luna grita, llora y patalea. Necesita que la abracen y que se ocupen de ella, porque ella también está triste. La abrazo sin decirle nada, ella me abraza y llora.
Por un momento ella se calma y decide aceptar el cariño. Luna no entra en el concepto de infancias felices, ni ella ni muchxs más. Es por eso que me pregunto ¿Será que nosotrxs también nos creemos de vez en cuando aquel mito de la infancia perfecta, y no nos damos cuenta que estamos dejando afuera a un abanico infinito de infancias diversas y que no encaja en este imaginario social?. ¿Será que no nos acordamos que nosotrxs también fuimos niñxs, y que no todo fue color de rosas?
Decir que lxs niñxs son caprichosos y peladores siempre resulta más fácil, y es lo que se nos propone desde siempre. Hay un estereotipo de infancia, uno solo que es el que se impone y hay que cumplir. ¿Qué hay de aquellxs que estén fuera de él? ¿Cuál es nuestro rol como educadorxs? ¿Podremos derribar de una vez por todas aquellos mitos que nos condicionan? ¿Le daremos la mano por fin, a todxs aquellos que no entran en el imaginario social? ¿Podremos por fin entender que lxs niñxs son diversos, que sufren, que cargan historias y que conocerlxs es necesario para comprenderlxs?
Muy buen texto, Verónica! Sensibilizador y real. Te sugiero que revises al comienzo que dice:
ResponderBorrar- “¿Qué le habrá pasado?” atiene a decir. Acá quisiste escribir me animé a decir' intenté decir?
El nombre del texto es interesante y la temática sobre los "caprichosos" en edades tempranas también, muy potente!